viernes, 24 de noviembre de 2017

¡Estamos de aniversarios!



Cuando empecé a escribir la pimera entrada de mi blog "Psicomamá al rescate" no creí que lo fuera a leer tanta gente, pero me alegra ver que hay mamás a las que su lectura les ha podido servir al menos para echarse unas risas o para emocionarse un poquito recordando su parto o cualquier otra "anécdota" de las vividas.

El blog cumple un año, Ares celebra su segundo cumpleaños y nosotros también celebramos que hemos sobrevivido a los dos primeros años como padres y nos queda humor para seguir riendonos de la gran experiencia.

Recuerdo el día que hicimos la prueba y dió positivo. No sabía que hacer, así que me puse a dar saltos presa de la incredulidad, a Javi se le notaba el miedo en la cara a pesar de tratar de ocultarlo con una sonrisa. El embarazo fue estupendo, ni un mal día ni una mala noche, las hormonas bajo control en todo momento, a pesar de los tres meses sin Javi. Llegó el día previsto pero Ares no estaba por la labor de salir y pasaron unos días más hasta que una noche ¡catapum!. Todo indicaba que quería salir, pero, tampoco. Así que empezaron unas horas interminables que no voy a repetir, porque aquello ya pasó, pero si quiero compartir el recuerdo del mismo instante en que escuché su llanto por primera vez.

Allí estaba yo, detrás de una tela verde que separaba mi cabeza del resto de mi cuerpo. Recuerdo que tenía mucho frío y mucho miedo. Temblaba con los brazos en cruz en la mesa de operaciones del quirófano.  Aunque no sentía dolor, notaba como si me amasaran la barriga al ritmo de la música, porque curiosamente, había música. No recuerdo exactamente las canciones pero si que alguien, no sé si el ginecólogo, las tarareaba. Jamás imaginé que en un quirófano hubiera música de fondo pero lo agradecí.

En todo momento estuvieron pendientes de mí, la matrona, el anestesista, las enfermeras, auxiliares, etc.  Supongo que el hecho de dar a luz en un sitio donde no suele haber muchos nacimientos era todo un acontecimiento y todo el mundo quería dar la bienvenida al recien llegado.

Una de las sensaciones que se me quedaron grabadas en la cabeza fue la de no sentir dolor y sobretodo no poder mover las piernas ni aunque lo intentara. Pero eso daba igual, estaba deseando escucharlo llorar, aunque suene cruel ;)

Después de un rato de amasamientos, por fin, escuche un quejido al que le siguió un llanto más fuerte y en ese momento, no recuerdo si pararon los temblores de golpe o fue el mundo el que se congeló. Ares estaba aquí, por fin.

La pena de todo esto es que no pude sentir su piel inmediatamente, me lo enseñaron desde la puerta. Lo llevaron a pesar, medir y todo lo que tuvieran que hacer y me lo trajeron para que pudiera ver su carita y sentirlo un ratito. Sólo acerté a repetirle una y otra vez lo bonito que era. Después lo llevaron con su padre, con quien tuvo el contacto piel con piel hasta que terminaron de coserme. En la sala de recuperación por fín pude sentirlo cerca del corazón y también volví a sentir las piernas y poco a poco mi cuerpo volvió a la "normalidad".

Así empezó todo, la noche de un 26 de noviembre hace 2 años, llegó al mundo mi mayor tesoro y como cada año recordaré plasmando mis recuerdos de aquella noche en un relato, para mantenerlo fresco siempre en mi memoria, porque aunque no es el recuerdo más bonito, es el que es y dos años más tarde aquello está casi superado.

Y digo casi, porque algo así jamás se olvida. Se queda arrinconadito en el corazón y vuelve a salir a flote cada aniversario, pero no para flagelarte ni castigarte sino para recordarte lo valiente que fuiste ese día y lo que pasaste para traer al mundo a esa pequeña personita que te hace feliz cada uno de los días de tu vida y que con su sonrisa hace que todo aquello mereciera la pena.

Para tí Ares, porque nos guías y enseñas cada día en la hermosa tarea de ser tus papás, porque nos das día a día el amor más puro y sincero y porque siempre vamos a estar a tu lado.


¡FELIZ 2º CUMPLEAÑOS!





Esther Rh.



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