domingo, 21 de mayo de 2017

Hábitos saludables para el cuerpo y la mente

Hace tiempo que quería escribir sobre los hábitos saludables que desde pequeños debemos ir instaurando en nuestros hijos. Los buenos hábitos se pueden ir introduciendo desde que son bebés y la forma de hacerlo es creando rutinas, fijando límites y estableciendo normas, todo ello regado con muchísma paciencia y por supuesto, con muchísimo amor.

Desde que nuestros peques se levantan hasta que se acuestan nos ofrecen multitud de situaciones que se convierten en excelentes oportunidades para instaurar buenos hábitos. Y es que desde pequeños, deben ir conociendo y haciendo suyo el entramado de normas que, aunque les resulte difíciles de cumplir, suponen un verdadero colchón salvavidas, tanto para su evolución hacia la autonomía personal como para su relación con el resto del mundo.

Las rutinas aportan seguridad, no sólo a los más pequeños, a los adultos también nos gusta tener el control sobre las situaciones que acontecen en nuestra vida y aunque de vez en cuando nos gusta salir de la rutina (porque no nos engañemos, eso también es gratificante), siempre volvemos al camino de los buenos hábitos. Con las rutinas, los más pequeños además aprenden a predecir los acontecimientos y comportamientos de aquellos que les rodean, lo que les aporta tranquilidad y confianza, dos aspectos clave para establecer un apego seguro y para convertirlo en el futuro en una persona segura, autónoma, estable, positiva, en definitiva, en una persona equilibrada.

Es cierto que establecer rutinas lleva su tiempo, pero debemos ser pacientes, coherentes y sobretodo insistentes porque no se consigue de la noche a la mañana, a veces tardaremos meses y siempre surgirán complicaciones que pueden hacernos pensar en claudicar, es justo en ese momento cuando se tiene que plantar cara y continuar adelante. Con el tiempo agradeceremos haber sido tan persistentes.

Al principio, las rutinas estarán relacionadas con sus necesidades primarias, las más básicas y que principalmente tienen que ver con su supervivencia: alimentación, sueño, higiene, cariño, calma... aunque creamos que son demasiado pequeños para comenzar con ellas, no es así, de hecho son ellos los que nos las irán marcando.
Una vez empiezan a desplazarse, ya sea gateando, con el culete o dando sus primeros pasos, todos los elementos que hay en la casa se convierten en amenzas para su integridad física. Las esquinas de la mesa, los enchufes, los cajones, las puertas.... y cuando aprenden a subir al sofá, lo más probable es que la caída libre se convierta en su deporte de riesgo favorito. Son estas situaciones de riesgo las que motivarán la aparición de los primeros límites. Decirles ¡no! cuando se acerquen a un enchufe, cuando abran un cajón o una puerta será suficiente para llamar su atención y que dejen la peligrosa misión. Cuando se quieran bajar del sofá plantando la cabeza en lugar de los pies, además del "no", una buena opción será tirarse en plancha a los pies del sofá para que al menos caigan en blando 😁

Estas primeras limitaciones son "fáciles" de fijar, pero la cosa se va complicando a medida que van creciendo y ganando en autonomía. Es justo en el momento en el que descubren que no son un apéndice de papá y mamá cuando empiezan los verdaderos retos. Porque el "no", será "no" para tí, pero para ellos es un "voy a tirar de la cuerda un poquito más a ver que pasa", surgiendo así los primeros enfrentamientos con unos micos que no levantan más de 90 centímetros del suelo. Entonces al "no", debemos añadir un alejamiento físico, generalmente forzado, del lugar peligroso y eso casi siempre termina en una pataleta. Pues bien, de nuevo hay que sacar pecho y soportar la rabieta estoicamente sin flaquear.

Os dejo las que a mi criterio son las claves para sobrevivir a una rabieta:


Hasta que el niño no empiece a razonar podemos "saltarnos" el paso de escuchar y comprender. Es la clave más complicada, pero si llegamos a controlarla, las rabietas pasarán a la historia en poco tiempo. Además, nos servirá de aquí en adelante para solventar cualquier problema que se nos presente con nuestros retoños (y con cualquier persona). Escuchar, comprender, ponerse en el lugar del otro y tratar de explicar el porqué si o porqué no, les ayudará a convertirse en seres empáticos y respetuosos, dos de las características más importantes que debe tener una persona.

Luego vendrá el asunto de salir al mundo real, con todas sus personas, animales y plantas viviendo en él, cada uno de su padre y de su madre, primero el parque, luego la guardería, después el colegio, el instituto y si sobrevives al instituto y quieres y sobretodo si la economía te lo permite llegará la universidad para terminar aterrizando de golpe y porrazo de nuevo en el mundo real. Para que sobrevivan a todo eso, tenemos que dotarles de los  mecanismos adecuados y en cada etapa al igual que ellos, estos mecanismos y las normas sociales irán evolucionando.

Como seres sociales que somos, nuestros pequeños necesitan unas normas de convivencia y respeto hacia el prójimo y también hacia sí mismos. Así cuando empiece la etapa del parque y la guardería, les enseñaremos a no coger lo que no es suyo sin pedir permiso, a compartir con los compañeros,  aunque aquí tengo que hacer un inciso, en relación al tema de compartir mi opinión coincide con la de otras madres y colegas de profesión en que está bien enseñarles a compartir, pero no en todas las situaciones y por supuesto no con todo el mundo. ¿Por que tendría que prestar el juguete con el que está jugando a un desconocido que acaba de llegar? Otra cosa sería que se lo pidiera un amigo o alguien de su círculo de confianza, solo ahí tendría algo de sentido "obligarle" a compartir. Lo mismo ocurre con los abrazos y los besos, si debemos protegerles quiza sería mejor no exponerles a tener que repartir besos si no les apetece, ya "tendrán" que hacerlo cuando crezcan siguiendo las convenciones  sociales (o no).

Las normas sociales se irán incrementando a medida que vayan creciendo, al mismo tiempo lo harán su autonomía, independencia, las responsabilidades y también las preocupaciones, será entonces cuando sean conscientes de la utilidad  de las normas, los límites y los buenos hábitos que tan insistentemente conseguimos inculcarles.

Inculcar buenos hábitos estableciendo rutinas a la hora de comer y de dormir


En cuanto a los hábitos saludables que tienen que ver con la alimentación, en nuestro caso particular,  tengo que decir que desde que Ares empezó a comer con cuchara, hemos seguido las mismas pautas:
  • Siempre come a la misma hora, da igual si estamos en casa, en el campo, de vacaciones en casa de los abuelos, haciendo turismo...
  • Normalmente come en la cocina porque come más temprano que nosotros, excepto los fines de semana o cuando por los horarios podemos comer los tres o cuando hay visita en casa, que lo hacemos todos juntos en la mesa,
  • Evitamos estímulos (tele, tablet, etc.) que puedan distraer a su cerebro de lo que está haciendo, impidiendo así que llegue correctamente la orden de saciedad procedente del estómago que le diga que está lleno y deje de comer. Ya sé que a veces es complicado y que algunos niños pueden negarse a comer si no tienen "entretenimiento" delante pero hay que ser firme porque además de ser un buen hábito, "comer sin tele" es una forma de prevenir la obesidad infantil.
  • De esta forma, enfrente solo tiene su plato, su agua o leche y a uno de nosotros echándole una mano cuando se lía con la cuchara o el tenedor 😅
  • Otra de las cosas importantes que siempre hemos tenido en cuenta es que siga una alimentación equilibrada y muy variada, de momento como todo le gusta  no está siendo demasiado complicado de conseguir. La mejor forma de prevenir trastornos alimenticios en el futuro es enseñarles a comer de manera saludable desde pequeños. Yo que siempre he tenido problemas para controlar mi peso por no llevar a rajatabla los hábitos saludables, quiero ser el mejor ejemplo para mi hijo.

Como muestra, comparto el menú de esta semana de Ares (y de toda la familia, salvo por la papilla de cereales de las cenas 😂). Por las noches además toma un vaso de leche, que también le ayuda a conciliar el sueño.





















En lo que se refiere a los hábitos de sueño, ya en otras entradas hablaba de la importancia de las rutinas a la hora de acostar a los bebés. Tanto si se hace colecho como si el peque duerme solo en su cuna, cama o habitación, es muy importante establecer unos rituales y repetirlos cada noche. En nuestro caso, (que como siempre digo: que nos vaya bien a nosotros no significa que les vaya a ir bien a los demás) empiezan a la hora de la cena.

Sobre las nueve Ares se sienta a cenar, al igual que la comida lo hace en la cocina, lejos de distracciones. Cuando termina, juega un ratito para que le baje la cena, eso sí, con juguetes que no hagan demasiaso ruido para que no se active demasiado, a veces vemos un cuento, juega con papá y cuando empieza a frotarse la nariz o los ojos, es hora de cambiar el pañal y poner el pijama.

Lavamos la cara y las manos, da las buenas noches a papá, coge su chupete, su manta y se echa a dormir en la cuna. Ultimamente pide agua dos o tres veces y después se duerme (él mismo va añadiendo sus propios rituales) 😅















Hábitos saludables para la mente

Por último, pero no menos importantes, a la vez que les enseñamos la importancia de cuidar su cuerpo, también debemos animarles a cuidar su mente.

Su propia naturaleza les incita a jugar, investigar, curiosear, montar y desmontar, observar su entorno y es por eso que debemos ofrecerles estímulos con los que satisfacer esa curiosidad innata. (Es conveniente que controlemos dichos estímulos, para no caer en el error de darles demasiados o demasiado pocos).

Algunos hábitos saludables para la mente y que hay que fomentar en la infancia son:

 Jugar, dibujar, garabatear, reir y hacer reir, ensuciarse con arena, pintura, barro..., tirar piedras en el río, ver cuadros, fotografías, escuchar música, bailar, leer, hablar, hablar y hablar de sus inquietudes, de sus preocupaciones (cuando lo hagan ellos, pero también hay que hablar a los bebés más pequeños, porque eso además favorecerá la aparición del lenguaje) y sobretodo, decirles lo importantes que son para nosotros, lo orgullosos que estamos de ser sus padres, felicitarles cuando consigan un logro, animarles a seguir cuando fracasen y hacerles sentir que estaremos siempre a su lado ante cualquier contratiempo que la vida les ponga por delante.




Esther Rh