viernes, 24 de noviembre de 2017

¡Estamos de aniversarios!



Cuando empecé a escribir la pimera entrada de mi blog "Psicomamá al rescate" no creí que lo fuera a leer tanta gente, pero me alegra ver que hay mamás a las que su lectura les ha podido servir al menos para echarse unas risas o para emocionarse un poquito recordando su parto o cualquier otra "anécdota" de las vividas.

El blog cumple un año, Ares celebra su segundo cumpleaños y nosotros también celebramos que hemos sobrevivido a los dos primeros años como padres y nos queda humor para seguir riendonos de la gran experiencia.

Recuerdo el día que hicimos la prueba y dió positivo. No sabía que hacer, así que me puse a dar saltos presa de la incredulidad, a Javi se le notaba el miedo en la cara a pesar de tratar de ocultarlo con una sonrisa. El embarazo fue estupendo, ni un mal día ni una mala noche, las hormonas bajo control en todo momento, a pesar de los tres meses sin Javi. Llegó el día previsto pero Ares no estaba por la labor de salir y pasaron unos días más hasta que una noche ¡catapum!. Todo indicaba que quería salir, pero, tampoco. Así que empezaron unas horas interminables que no voy a repetir, porque aquello ya pasó, pero si quiero compartir el recuerdo del mismo instante en que escuché su llanto por primera vez.

Allí estaba yo, detrás de una tela verde que separaba mi cabeza del resto de mi cuerpo. Recuerdo que tenía mucho frío y mucho miedo. Temblaba con los brazos en cruz en la mesa de operaciones del quirófano.  Aunque no sentía dolor, notaba como si me amasaran la barriga al ritmo de la música, porque curiosamente, había música. No recuerdo exactamente las canciones pero si que alguien, no sé si el ginecólogo, las tarareaba. Jamás imaginé que en un quirófano hubiera música de fondo pero lo agradecí.

En todo momento estuvieron pendientes de mí, la matrona, el anestesista, las enfermeras, auxiliares, etc.  Supongo que el hecho de dar a luz en un sitio donde no suele haber muchos nacimientos era todo un acontecimiento y todo el mundo quería dar la bienvenida al recien llegado.

Una de las sensaciones que se me quedaron grabadas en la cabeza fue la de no sentir dolor y sobretodo no poder mover las piernas ni aunque lo intentara. Pero eso daba igual, estaba deseando escucharlo llorar, aunque suene cruel ;)

Después de un rato de amasamientos, por fin, escuche un quejido al que le siguió un llanto más fuerte y en ese momento, no recuerdo si pararon los temblores de golpe o fue el mundo el que se congeló. Ares estaba aquí, por fin.

La pena de todo esto es que no pude sentir su piel inmediatamente, me lo enseñaron desde la puerta. Lo llevaron a pesar, medir y todo lo que tuvieran que hacer y me lo trajeron para que pudiera ver su carita y sentirlo un ratito. Sólo acerté a repetirle una y otra vez lo bonito que era. Después lo llevaron con su padre, con quien tuvo el contacto piel con piel hasta que terminaron de coserme. En la sala de recuperación por fín pude sentirlo cerca del corazón y también volví a sentir las piernas y poco a poco mi cuerpo volvió a la "normalidad".

Así empezó todo, la noche de un 26 de noviembre hace 2 años, llegó al mundo mi mayor tesoro y como cada año recordaré plasmando mis recuerdos de aquella noche en un relato, para mantenerlo fresco siempre en mi memoria, porque aunque no es el recuerdo más bonito, es el que es y dos años más tarde aquello está casi superado.

Y digo casi, porque algo así jamás se olvida. Se queda arrinconadito en el corazón y vuelve a salir a flote cada aniversario, pero no para flagelarte ni castigarte sino para recordarte lo valiente que fuiste ese día y lo que pasaste para traer al mundo a esa pequeña personita que te hace feliz cada uno de los días de tu vida y que con su sonrisa hace que todo aquello mereciera la pena.

Para tí Ares, porque nos guías y enseñas cada día en la hermosa tarea de ser tus papás, porque nos das día a día el amor más puro y sincero y porque siempre vamos a estar a tu lado.


¡FELIZ 2º CUMPLEAÑOS!





Esther Rh.



lunes, 13 de noviembre de 2017

Guardería si, guardería no...



Hace unos meses, nos embarcamos en un proyecto que ha empezado con muy buen pie pero que nos mantiene ocupados gran parte del tiempo, por lo que no estábamos dedicando el tiempo en exclusiva al peque de la casa ni tampoco al "recién nacido" proyecto y como con la atención dividida no se puede hacer nada bien, el mes de septiembre no nos quedó más remedio que contar con la desinteresada ayuda de los abuelos toledanos. En un principio solo iban a ser dos semanas en Toledo, pero finalmente se alargaron a cinco, con una visita de fin de semana de por medio. 

Cinco semanas sin verlo, sin estar con él, sin ver su evolución que ha sido realmente asombrosa. Fue una separación muy dura y dificil, como lo son todas las separaciones forzosas, pero nos quedamos tranquilos porque sabíamos que iba a estar muy bien atendido y cuidado. Eso sí, nunca he gastado los megas y la batería del teléfono tan deprisa, llamadas y videollamadas a diario, aunque lo único que escucharamos al otro lado fuera un batiburrillo de interjecciones en un idioma incomprensible que con los días ha ido convirtiendose en un repertorio de palabras con sentido que nos dejan con la boca abierta.

Ya lleva en casa con nosotros un mes. Aunque esta no es la casa que él conocía, porque mientras no estaba, además de trabajar en el proyecto, nos hemos mudado. Otra de las razones por las que tuvimos que contar con la ayuda inestimable de los abuelos. De no haber sido por ellos, no quiero ni imaginar como habría sido la mudanza lidiando con Ares y con su padre ausente por maniobras durante la última semana en la que había que dejar la casa antigua definitivamente... una locura sin duda.

Pero bueno, eso ya forma parte del pasado, ya estamos instalados en la nueva casa y salvo por alguna caja que aun falta por desembalar y que nos recuerda que llevamos un poco más de un mes aquí, empieza la aventura de convertir la nueva casa en nuestro hogar.

Ares además está afrontando el salto de la cuna a la cama. Una nueva etapa para la que quizá él ya estaba preparado, pero yo no tanto porque eso implica dejar atrás al bebé que era hace solo unos meses para dar la bienvenida al niño en el que se ha convertido.

A punto de cumplir los dos años, el cambio de casa ha supuesto dejar atrás otra etapa de nuestras vidas.

Una etapa muy feliz colmada de experiencias positivas, experiencias no tan positivas pero que se convirtieron automaticamente en aprendizajes y sobretodo de sentimientos. Nervios a flor de piel, un cuantos biberones trasnochados, cambios de pañal en penumbra para no desvelar su sueño porque el nuestro ya estaba desvelado, despertares nocturnos para comprobar que respiraba, primeros pasos, primeras risas, primeros juegos, primeras palabras, primeras carreras por el pasillo, primeros tropiezos y dientes rotos, primer cumpleaños, primer invierno, primer verano y segundo..... pero, no debemos aferrarnos a cuatro paredes por muchas cosas que hayamos vivido en ellas, por eso la nueva casa supone un cambio, un nuevo comienzo, una nueva etapa que también será maravillosa, un nuevo hogar deseando impaciente ser llenado de historias y de recuerdos.

Y también una etapa que viene repleta de trabajo lo cual es maravilloso, pero con un niño que en trece días cumplirá los dos años, hace que surjan las temidas preguntas, ¿trabajar o pasar las mañanas tirada por el suelo, haciendo castillos con bloques, pintando obras de arte y cantando canciones infantiles a voz en grito?, ¿lo llevo a la guardería?, ¿me quedo con él y pospongo el trabajo a la noche, justo cuando lo acostamos y menos ganas de hacer nada tenemos?, sí, lo sé, yo misma me respondo, pero me cuesta un mundo tomar la decisión. Porque ya no habrá más mañanas de juegos, porque habrá una mañana de juegos que será la última, porque se me partirá el corazón cuando lo deje en la puerta de la guardería y me costará concentrarme en el trabajo y sobretodo porque está creciendo muy deprisa y no quiero perderme nada. Este año suma dos en su haber y en otro año irá al colegio, quizá podría esperar y exprimir al máximo los meses que podamos estar juntos aprendiendo él uno del otro.




Y vosotr@s, ¿que me aconsejais?, ¿os costó dejarles en la guarde? Yo estoy convencida de que me costará a mi más que a él...

Ya os contaré la decisión tomada, aunque si finalmente empieza la guardería, ya será para Enero... (sacaremos partido a los dos meses que nos quedan 😊)



Esther Rh



















jueves, 21 de septiembre de 2017

Una satisfactoria vuelta a la rutina

 
Quizá habría estado mejor escribir este post hace dos semanas, pero puesto que la primera semana de vuelta al cole suele considerarse de aterrizaje y adaptación, es como si el cole empezara "en serio" la semana que viene otra vez.

Cuando llega septiembre, a todos nos viene a la cabeza inevitablemente la vuelta al cole, la vuelta al trabajo, a la rutina, etc. y si no te viene a la cabeza, ya se encargan de anunciarnoslo a bombo y platillo en el super, en la tele y en todo medio de comunicación que se tercie.

Septiembre  es sinónimo de vuelta a la "normalidad" tras el verano  y aunque quizá para algunos niños supone una alegría la vuelta al cole, para otros puede resultar igual de estresante y desconcertante que la vuelta al trabajo para los adultos. Traduciéndose dicho estrés en irritabilidad, nerviosismo y berrinches que se nos pueden llegar a escapar de las manos. No debemos olvidar que durante tres meses nuestros peques han tenido todo el tiempo del mundo para jugar, sus horarios se han visto bastante alterados y ahora de repente, les limitamos las horas de juego y marcamos las horas a las que deben comer o dormir.

Pues bien, para hacer que la vuelta a la rutina sea lo más satisfactoria y positiva posible, sería ideal que durante el verano las rutinas básicas de los menores no sufrieran demasiadas modificaciones.

Aunque durante el verano es muy complicado respetar los horarios y rituales que en casa se repiten a diario con relativa facilidad, es importante que dentro de lo posible se respeten al menos las horas de comidas, siestas y sobretodo la hora de ir a la cama por la noche.

Si no es posible respetar estos horarios, al menos unos días antes de la vuelta a la normalidad sería preciso volver a acostumbrar a la familia y sobretodo a los menores de la casa a los horarios que tenía antes del comienzo del verano y que a partir de ahora serán los habituales.

De esta forma, tanto el cuerpo como la mente volveran a adaptarse progresivamente a los ritmos de sueño-vigilia y será más fácil lidiar con el cansancio que suponen los madrugones. 

Llegó el día: Su primer día de colegio (guardería, instituto...) ¿cómo afrontarlo?

Como mencionaba anteriormente, la vuelta al cole para algunos niños, sobretodo para aquellos que ya han pasado en años anteriores por las experiencia de su primer día de guardería o escuela, se convierte en un día genial de reencuentro con compañeros y amigos, con los que compartir sus vivencias veraniegas, pero para otros, puede llegar a convertirse en un auténtico suplicio.

Los pequeños que deben enfrentar su primer día de colegio, aquellos que no hayan tenido un curso muy agradable o que hayan vivido experiencias negativas, no querrán volver o lo harán con pesar, sintiendose indispuestos con repentinos dolores de barriga o de cabeza.

Para enfentar estas situaciones, nada mejor que armarse de paciencia y tratar de entender los motivos por los que el pequeño no quiere ir al colegio. Debemos sacar todo nuestro arsenal de comprensión y ofrecerle todo nuestro cariño, sin imposiciones, ni voces ni por supuesto restando importancia a sus sentimientos. No podemos olvidar que somos la fuente de seguridad más importante que tienen y por tanto debemos hacer que se sientan protegidos.

Decirles lo bien que lo pasarán, así como que volverán a reencontrarse con sus compañeros o que conoceran nuevos amigos y que podrán contarles todo lo que han hecho durante las vacaciones, por ejemplo, puede ser una buena forma de animarles.

Es normal que los más pequeños sufran por la separación de mamá o papá si ello además implica quedarse en un lugar extraño si nunca antes han estado allí, pero pasará en unos días.
Si ese malestar se extiende más de un par de semanas o se produce en niños mayores de 7 u 8 años, sería conveniente indagar las razones por las cuales no quiere ir al colegio.

Lo mejor para superar el madrugón: un buen desayuno y ¡a por todas!

Para no recurrir a las voces, prisas y reprimendas de buena mañana, lo ideal es dejar preparada la ropa para el día siguiente y la mochila con todo lo necesario, la noche anterior.

Trataremos de levantarnos un ratito antes para ofrecerles un buen desayuno (leche o yogurtm fruta o zumo, pan, galleta o cereales) para que puedan afrontar la jornada cargados de energía. Aunque hay niños que por la mañana no tienen hambre, debemos intentar que ingieran algo durante el desayuno porque no deben sumarse más horas de ayuno a las ya acumuladas durante la noche.

Nos despediremos con positividad y alegría, deseándoles que pasen buen día y sobretodo que disfruten. Por supuesto al ir a recogerles, debemos interesarnos por su día, el camino a casa o la comida pueden ser buenos momentos para contarnos como ha ido la jornada.

Los más pequeños después de comer, deberían echar una siesta, para evitar que al final de la tarde, estén irritables y malhumorados.

Los niños más mayores, pueden realizar alguna actividad extraescolar, pero NO debemos saturarles.

Debemos tener claro que las actividades extraescolares NO son obligatorias, por tanto no debemos volvernos locos apuntándoles a actividades que quizá ni siquiera le interesen. Si no quieren apuntarse a nada, debemos respetar su decisión. Animar y ofrecer alternativas sí, pero sin saturar ni obligar.  

Tan importante como las actividades extraescolares es el tiempo que les quede "libre", en el que el niño pueda elegir hacer lo que le plazca.

La apretadas agendas repletas de actividades, que no les dejan ni una hora al día libre y que les obligan a ir corriendo de un lado a otro, a menudo causan en los escolares un agotamiento que puede derivar en un estado de apatía, estrés y finalmente al abandono de algo que quizá al principio le entusiasmaba pero que ha terminado por agobiarle. Es por eso que no debemos imponer dichas actividades, porque no dejan de realizarse en su tiempo libre y son ellos los que deben elegir que hacer en él.

Y, ¿después de la dura jornada?

Una buena forma de poner punto y final a la jornada y que nos ahorrará tiempo la mañana siguiente, será hacer el baño o la ducha antes de la cena. Será un buen momento para preparar la ropa y todo lo necesario para la siguiente jornada. Una buena idea es hacer la cena en familia, conversando sobre como nos fue el día, si no nos hemos visto hasta entonces o bien como fue la tarde si ya nos vimos durante la comida. Después de hacer un poco de sobremesa, iremos a dormir, a una hora que suponga un descanso de al menos entre 8 y 10 horas para los más pequeños.


Como resumen...


Las pautas a seguir para conseguir una vuelta a la normalidad lo más satisfactoria posible, tendrían que ver con: una vuelta paulatina a los horarios habituales de antes del verano a poder ser unos días antes de la vuelta a la rutina, afrontar cada mañana con positividad y energía lo que se consigue con un desayuno completo y equilibrado, anticiparse a la hora de preparar la ropa y material que precisen al día siguiente, cuadernos, libros, mochila, etc., no saturar las primeras semanas con un sin fín de actividades extraescolares, respetar el tiempo libre y sobretodo, respetar las horas de descanso.




¡FELIZ CURSO!



Esther Rh

sábado, 19 de agosto de 2017

Tiempo de cambios (2ª parte)


Ahora ya si que es un ser autónomo con su personalidad bien marcada. Aunque tiene un buen carácter, cuando quiere algo, lo quiere ya y lógicamente no entiende porqué no puede salir corriendo como un loco sin un rumbo fijo cuando lo bajamos del coche, ni porqué no puede soltarse de la mano cuando caminamos por la calle, tampoco entiende porqué lo sujetamos cuando está en la piscina, ni porqué tiene que ir sentado en su sillita del coche como si fuera en un cohete espacial, se va dando cuenta de cada vez más cosas y algunas las acepta pero otras le cuesta un poquito.

Pero es normal, ya son 20 meses y en casi dos años la personalidad se ha forjado y se sigue forjando cada minuto del día. Ha descubierto que no es un apéndice nuestro, que tiene voz y aunque para el voto aún le queda, él intenta llevarnos por donde le interesa sin darse cuenta de que en realidad es al revés...

En definitiva, cambios, cambios y más cambios que sumar a los ya comentados hace unos meses en un anterior post del blog.

(Empezaré por el 8, justo donde lo dejé en la entrada "Tiempo de cambios")

8.- Descubrir el mundo junto a él significa tener que escuchar constantemente ¡mamaaa, mamaaaa, maaaamaaaa! mientras señala asombrado todo lo que se va encontrando en el paseo diario, y cuando digo todo, de verdad, es TODO. Después de esto, ¡no sé si sobreviviré a la etapa de los por qués! Piedras en el suelo, motos, coches, ambulancias, camiones, aviones, nubes, la luna y un largo etcétera, cualquier cosa que ve es motivo de jolgorio y alegría. Aunque lo más probable es acabar con un "ligero" dolor de cabeza de tanto escuchar mamaaaa (o papaaaa) durante una hora o lo que dure el paseo, da gusto ver lo que disfruta cuando nos topamos con una moto, como si fuera la primera que ve en su vida y como termina su descubrimiento con un "guaaaaau" de sorpresa, que previamente te ha escuchado a ti. Lo del "guau" me resulta curioso porque después ve a un perro y en lugar de responder: guau, guau (que le sale a las mil maravillas), si le preguntas como hace el perro él contesta convencidísimo: ah, ah, ah... 😅

9.- Trabajar en casa será misión imposible, al menos mientras esté despierto, aunque se entretiene bastante tiempo solo, ojeando sus cuentos, apilando objetos dispares o tratando de hacer puzzles, llega un momento en su concentración en el que se percata de que no estás por él y es entonces cuando tienes que dejar a medio escribir un email importante que terminarás cuatro horas más tarde y cuya contestación, que podría haber sido inmediata no llegará ya, hasta la mañana siguiente. Pero como siempre, el rato de juegos es muy divertido por eso compensa dejar algo de trabajo atrasado.
 

10.-  Estamos en verano y aunque estemos en la montaña, también tenemos días de calor intenso en los que la mejor solución es refrescarse en la piscina o el río. Pues jamás volverás a bañarte tranquilamente cuando él esté cerca. Este año ha descubierto que puede meterse debajo del agua y también que el agua aunque tenga una partícula de oxígeno, no se puede respirar. Todo su empeño está en hundir su cabeza y lo hace saltando hacia abajo y zafándose de tus manos. Pero a pesar de ese juego que no me gusta nada, me encanta la cara con la que me mira cuando quiere provocar en mi la risa, girando la cabeza para mirarme de reojo como si no me diera cuenta,  incluso me gusta el momento en el que trata de hacerme la dichosa jugarreta de meter la cabeza debajo del agua  mientras yo, que no le suelto ni un momento, le repito nerviosa una y otra vez que no lo haga más porque se puede ahogar... entonces se ríe, dejando ver esos dientecillos de ratón y se me van los nervios y el mosqueo de un suspiro (pero no le suelto ni un momento).


11.- Aprenderás a disfrutar hasta de las cosas más pequeñas como si no hubiera nada más en el mundo.  Una hoja flotando en el agua, un insecto que camina cerca de los pies, ver el agua caer goteando poco a poco de una pelota de esponja mojada...  mientras le miro pienso que daría lo que fuera por recuperar esa sencilla y a la vez complicada curiosidad con la que observa el mundo.  Me encanta ver como disfruta comiendose un albaricoque, mordiéndolo con ahínco y con el empeño de llegar hasta el hueso. Yo lo saco a través del hueco que deja su bocado mientras me observa atento,  tratando de entender que hace eso ahí dentro. Esa curiosidad por las cosas pequeñas, esa curiosidad por la vida, tan grande y saliendo de un ser minúsculo.

12.- La vuelta a casa caminando se convertirá en una romería, recogerá todas las piedras y palos que vaya encontrando por el camino y si además ha llovido querrá tirar las piedras en cada charco que encontramos por la calle, y yo me siento la peor de las personas cuando pongo fin a sus juegos porque tenemos que volver a casa, provocando su enfado. Por suerte enseguida se le pasa y vuelve a mirarme con esos ojos suyos que me vuelven loca de remate.

13.- A veces la paciencia se agota y es inevitable soltar un ¡Basta ya!, ¡Calla un poco, por favor, que me estás volviendo loca!... Algo totalmente normal cuando pasas la mayor parte del día con él y no deja de hablar como si fuera un papagallo, repitiendo una y otra vez la palabra mágica que tanto le costó decir y que ahora repite como un mantra, ¡MAMÁ!  😅 Pero cuando me pasa esto, siempre respiro hondo, cuento hasta 10 (o 20) y después le pido perdón, por perder los nervios, por los momentos en los que tengo que quitarle de las manos un objeto peligroso, por cuando tengo que cambiar mi tono de voz para evitar que toque algo que puede hacerle daño y él en su inmensa bondad que no sabe porqué de repente estoy así, me perdona y me abraza con fuerza.

14.- Nunca jamás volverás a mantener una conversación con tu pareja, amiga, madre (con esta directamente ya no hablas, porque cuando llama prefiere hablar con otro interlocutor: él), ni con cualquier otro adulto mientras él esté presente. La conversación será una mezcla de frases con sentido, intercaladas con otras sin sentido interrumpidas por constantes ¡Mamá!, ¡mmmmm!, ¡Papá! ¡Tita!, ¡Oh sí,  que bonita excavadora Ares!, ¡Ares eso es peligroso,  puedes hacerte daño!.....

15.- A partir de ahora cuesta más que obedezca a la primera, y aunque ya pide que le cambies el pañal cuando ha hecho aguas mayores, cuando le pides que venga para cambiarle el pañal porque toca, se hace el remolón y toca perseguirlo un poco de sofá en sofá como si de un juego se tratara.  Por suerte cuando llega la hora de comer o de ir a dormir por la noche, no discute y sin rechistar come todo lo que toca y se echa a dormir.


De un tiempo a esta parte, cada día descubrimos una nueva faceta que nos deja descolocados, lo que significa que se avecinan más y más cambios para los que no estamos preparados 😅 pero, ¿quien lo está con un niño que camina a una velocidad de vértigo hacia los maravillosos 2 años? Seguiremos informando porque ésta será tan solo una entrada más por completar.




Esther Rh





 



miércoles, 19 de julio de 2017

Para ti, mi Guerrero

 Este post no va de bebés, ni de límites, ni rabietas, ni crianza con apego, ni lactancia, ni nada que tenga que ver con la maternidad. Este post va de antes de todo eso, va de cuando la chica conoció al chico y de como sus vidas se entrelazaron hasta convertirse en lo que son hoy, cuatro años después.

Este post pretende ser un homenaje. Un homenaje y un agradecimiento a la persona con la que comparto mis días, mi compañero de viaje, mi confidente, mi mejor amigo, el padre de mi hijo, el amor de mi vida.

Mi amor,

cuatro años han pasado ya, desde que me miraste y bromeaste con el paquete de arroz SOS que sostenía en mis manos mientras esperaba la salida de los novios. ¡Que guapo estabas!, reconozco que ahí ya lo pensé, ¡que guapo y que gracioso! creo que fue justo en ese momento cuando me fulminaste y decidí que tenías que estar en mi vida para siempre. Quien me iba a decir que eso de "de una boda sale otra boda" iba a ser cierto.

Pasamos un día genial, risas, complicidad y ganas de que el día no terminara nunca. Pero terminó, monté en el autobús y nos despedimos con la mano sin saber si volveríamos a vernos. Con la sensación de tener un as guardado en la manga sonreí mirando el móvil. Tenía tu número, reafirmé así la idea de que ya te tendría en mi vida para siempre.

Al día siguiente tuve noticias tuyas pero no pudimos vernos, al parecer ambos nos habíamos causado la misma impresión y ahí empezó el juego. Volviste a Jaca y empezamos a hablar, separados por unos 530 kilómetros.

Horas, horas y horas de conversación a través de mensajes, dieron paso a la necesidad imperiosa de escuchar tu voz y de ahí a la necesidad y deseo imperioso de volver a verte para comprobar si lo que estaba surgiendo entre nosotros era real.

Pasaron 14 días y por fin volvimos a estar cara a cara. ¡Es él!, recuerdo que pensé. De repente volví a tener 15 años y una sonrisa de boba plantada en la cara. Y entonces me "robaste" el primer beso.

Fue un fin de semana increible, no pienso buscar palabras para explicarlo porque no las hay. No pude regresar más feliz a casa.

Continuaron las conversaciones, aquello cada día crecía con más fuerza. Literalmente enganchados al teléfono, nos daban las mil de la madrugada, daba igual que tu tuvieras que levantarte temprano o yo tuviera mil cosas que hacer al día siguiente, no podía ni quería despedirme de ti, supongo que me asustaba la idea de que aquello que estábamos viviendo se esfumara.

Por suerte agosto estaba la vuelta de la esquina y los dos teníamos unos días libres. Me invitaste a Menorca para conocer a tu familia. ¡Menuda locura! pensé. Pero poco a poco me convenciste para disfrutar de unos días juntos. Te doy las gracias por aquellos días, por si no te las di lo suficiente. Fue maravilloso recorrer contigo la isla, los momentos con tu familia que ahora también es la mía, nunca en la vida podría haber imaginado tanta felicidad. Me devolviste la visita, viniste a Toledo a conocer a mi familia. Ya habíamos dado un paso más, presentaciones formales, planes para romper con todo y finalmente tomé la decisión más importante de mi vida.
 
Decidí marcharme a Jaca, con el apoyo de mis padres que nunca me habían visto tan feliz, en noviembre estábamos juntos en nuestro nido. A pesar de saber que tenías que estar fuera cinco meses, me fui contigo, quería aprovechar hasta el último minuto antes de que marcharas a Mali.

Y sin darnos cuenta, llegó diciembre. Recuerdo la noche de la despedida, ¡que frío negro!, ¡que oscuro el patio de armas!, ¡que profunda tristeza!, creo que se juntaron todas las tristezas de toda la gente que estaba allí despidiéndose de los suyos, por eso era tan profunda y tan negra. Lo estoy escribiendo ahora y se me hace un nudo en la garganta. Que noche más dura, que fría la cama sin ti, la primera de 143 noches, porque ya sabes que las contaba, recontaba y las tachaba cada día en el calendario. Eso me acercaba más al día de tu vuelta.

Esos meses separados fueron la prueba definitiva, cinco meses sin ti, sin abrazarte, ni besarte. Hablando y viéndonos a través de la pantalla del ordenador. Las horas de cinco meses de conversaciones se sumaron a las otras tantas acumuladas. Deseos, planes de futuro, ganas de volver a vernos, así nos fuimos conociendo y construimos los cimientos de nuestra relación. Unos cimientos sólidos que ahora sustentan nuestra pequeña familia y sobretodo nos sustentan a los dos, convirtiéndonos en invencibles ante cualquier adversidad. Sin duda, formamos un gran equipo.

Y  como el reloj no para por nadie, el tiempo siguió su curso y los meses pasaron, quizá no tan raudos como yo quería, pero nos plantamos en mayo y salió el sol con fuerza. Cuando volví a toparme con tus ojos, me olvidé de esos meses sin ti y empezamos nuestra vida juntos, esta vez sin interrupciones ni esperas. Al menos no hasta un año después que tuviste que marchar de nuevo.

Pero para eso quedaba mucho tiempo, acababas de llegar y teníamos que recuperar el tiempo perdido, o mejor dicho el tiempo invertido en conocernos en la distancia, pero esta vez en carne y hueso. Pusimos en práctica todas aquellas cosas que prometimos hacer a tu vuelta, viajes, caminatas por el monte, exprimimos el tiempo hasta agotarlo y de nuevo llegó el día de tu partida. Esta vez Afganistán.

Otra espera que sumar a las anteriores y para mayor tristeza esta vez no me dejabas sola. Esa cosita tuya y mía, tan perfecta, el resultado del amor más grande crecía dentro de mí.

Y el tiempo volvió a pasar, no tan deprisa como me hubiera gustado pero el día de tu vuelta, llegó.

Pasado un mes, nació nuestro pequeño tesoro, uniéndonos aún más y poniéndonos de nuevo a prueba. Prueba que superamos día tras día, no solo porque somos un gran equipo sino porque nos queremos y respetamos por encima de todo y cuidamos de nuestra relación y de nuestra familia como quien cuida con esmero y dedicación su mayor tesoro.

Ya han pasado dos años desde que te marchaste la última vez y nuestro bebé ya no es tan bebé, de pronto se ha convertido en un niño mayor que te adora, te espera en la puerta cuando llegas de trabajar y no se va a dormir sin darte un beso y si no estás, le da un beso a tu foto.

Guerrero, yo no sé si tenemos la clave de la felicidad solo puedo decir que me haces muy feliz y la vida contigo es muy sencilla. Eres una gran persona, un gran compañero y un gran padre. Es imposible explicar lo que significas para mí, de verdad, no encuentro las palabras. Tan solo espero que el tiempo que nos queda de estar juntos, sea tan maravilloso como lo ha sido hasta ahora.

Gracias por estos años de amor, de tranquilidad, de experiencias nuevas. Gracias por compartir todo conmigo, por aparecer en mi vida cuando menos lo esperaba y más lo necesitaba, por poner todo mi mundo patas arriba y ayudarme a "recolocarlo".

 De corazón, gracias.

¡Feliz  aniversario!

Te quiero 💖












domingo, 21 de mayo de 2017

Hábitos saludables para el cuerpo y la mente

Hace tiempo que quería escribir sobre los hábitos saludables que desde pequeños debemos ir instaurando en nuestros hijos. Los buenos hábitos se pueden ir introduciendo desde que son bebés y la forma de hacerlo es creando rutinas, fijando límites y estableciendo normas, todo ello regado con muchísma paciencia y por supuesto, con muchísimo amor.

Desde que nuestros peques se levantan hasta que se acuestan nos ofrecen multitud de situaciones que se convierten en excelentes oportunidades para instaurar buenos hábitos. Y es que desde pequeños, deben ir conociendo y haciendo suyo el entramado de normas que, aunque les resulte difíciles de cumplir, suponen un verdadero colchón salvavidas, tanto para su evolución hacia la autonomía personal como para su relación con el resto del mundo.

Las rutinas aportan seguridad, no sólo a los más pequeños, a los adultos también nos gusta tener el control sobre las situaciones que acontecen en nuestra vida y aunque de vez en cuando nos gusta salir de la rutina (porque no nos engañemos, eso también es gratificante), siempre volvemos al camino de los buenos hábitos. Con las rutinas, los más pequeños además aprenden a predecir los acontecimientos y comportamientos de aquellos que les rodean, lo que les aporta tranquilidad y confianza, dos aspectos clave para establecer un apego seguro y para convertirlo en el futuro en una persona segura, autónoma, estable, positiva, en definitiva, en una persona equilibrada.

Es cierto que establecer rutinas lleva su tiempo, pero debemos ser pacientes, coherentes y sobretodo insistentes porque no se consigue de la noche a la mañana, a veces tardaremos meses y siempre surgirán complicaciones que pueden hacernos pensar en claudicar, es justo en ese momento cuando se tiene que plantar cara y continuar adelante. Con el tiempo agradeceremos haber sido tan persistentes.

Al principio, las rutinas estarán relacionadas con sus necesidades primarias, las más básicas y que principalmente tienen que ver con su supervivencia: alimentación, sueño, higiene, cariño, calma... aunque creamos que son demasiado pequeños para comenzar con ellas, no es así, de hecho son ellos los que nos las irán marcando.
Una vez empiezan a desplazarse, ya sea gateando, con el culete o dando sus primeros pasos, todos los elementos que hay en la casa se convierten en amenzas para su integridad física. Las esquinas de la mesa, los enchufes, los cajones, las puertas.... y cuando aprenden a subir al sofá, lo más probable es que la caída libre se convierta en su deporte de riesgo favorito. Son estas situaciones de riesgo las que motivarán la aparición de los primeros límites. Decirles ¡no! cuando se acerquen a un enchufe, cuando abran un cajón o una puerta será suficiente para llamar su atención y que dejen la peligrosa misión. Cuando se quieran bajar del sofá plantando la cabeza en lugar de los pies, además del "no", una buena opción será tirarse en plancha a los pies del sofá para que al menos caigan en blando 😁

Estas primeras limitaciones son "fáciles" de fijar, pero la cosa se va complicando a medida que van creciendo y ganando en autonomía. Es justo en el momento en el que descubren que no son un apéndice de papá y mamá cuando empiezan los verdaderos retos. Porque el "no", será "no" para tí, pero para ellos es un "voy a tirar de la cuerda un poquito más a ver que pasa", surgiendo así los primeros enfrentamientos con unos micos que no levantan más de 90 centímetros del suelo. Entonces al "no", debemos añadir un alejamiento físico, generalmente forzado, del lugar peligroso y eso casi siempre termina en una pataleta. Pues bien, de nuevo hay que sacar pecho y soportar la rabieta estoicamente sin flaquear.

Os dejo las que a mi criterio son las claves para sobrevivir a una rabieta:


Hasta que el niño no empiece a razonar podemos "saltarnos" el paso de escuchar y comprender. Es la clave más complicada, pero si llegamos a controlarla, las rabietas pasarán a la historia en poco tiempo. Además, nos servirá de aquí en adelante para solventar cualquier problema que se nos presente con nuestros retoños (y con cualquier persona). Escuchar, comprender, ponerse en el lugar del otro y tratar de explicar el porqué si o porqué no, les ayudará a convertirse en seres empáticos y respetuosos, dos de las características más importantes que debe tener una persona.

Luego vendrá el asunto de salir al mundo real, con todas sus personas, animales y plantas viviendo en él, cada uno de su padre y de su madre, primero el parque, luego la guardería, después el colegio, el instituto y si sobrevives al instituto y quieres y sobretodo si la economía te lo permite llegará la universidad para terminar aterrizando de golpe y porrazo de nuevo en el mundo real. Para que sobrevivan a todo eso, tenemos que dotarles de los  mecanismos adecuados y en cada etapa al igual que ellos, estos mecanismos y las normas sociales irán evolucionando.

Como seres sociales que somos, nuestros pequeños necesitan unas normas de convivencia y respeto hacia el prójimo y también hacia sí mismos. Así cuando empiece la etapa del parque y la guardería, les enseñaremos a no coger lo que no es suyo sin pedir permiso, a compartir con los compañeros,  aunque aquí tengo que hacer un inciso, en relación al tema de compartir mi opinión coincide con la de otras madres y colegas de profesión en que está bien enseñarles a compartir, pero no en todas las situaciones y por supuesto no con todo el mundo. ¿Por que tendría que prestar el juguete con el que está jugando a un desconocido que acaba de llegar? Otra cosa sería que se lo pidiera un amigo o alguien de su círculo de confianza, solo ahí tendría algo de sentido "obligarle" a compartir. Lo mismo ocurre con los abrazos y los besos, si debemos protegerles quiza sería mejor no exponerles a tener que repartir besos si no les apetece, ya "tendrán" que hacerlo cuando crezcan siguiendo las convenciones  sociales (o no).

Las normas sociales se irán incrementando a medida que vayan creciendo, al mismo tiempo lo harán su autonomía, independencia, las responsabilidades y también las preocupaciones, será entonces cuando sean conscientes de la utilidad  de las normas, los límites y los buenos hábitos que tan insistentemente conseguimos inculcarles.

Inculcar buenos hábitos estableciendo rutinas a la hora de comer y de dormir


En cuanto a los hábitos saludables que tienen que ver con la alimentación, en nuestro caso particular,  tengo que decir que desde que Ares empezó a comer con cuchara, hemos seguido las mismas pautas:
  • Siempre come a la misma hora, da igual si estamos en casa, en el campo, de vacaciones en casa de los abuelos, haciendo turismo...
  • Normalmente come en la cocina porque come más temprano que nosotros, excepto los fines de semana o cuando por los horarios podemos comer los tres o cuando hay visita en casa, que lo hacemos todos juntos en la mesa,
  • Evitamos estímulos (tele, tablet, etc.) que puedan distraer a su cerebro de lo que está haciendo, impidiendo así que llegue correctamente la orden de saciedad procedente del estómago que le diga que está lleno y deje de comer. Ya sé que a veces es complicado y que algunos niños pueden negarse a comer si no tienen "entretenimiento" delante pero hay que ser firme porque además de ser un buen hábito, "comer sin tele" es una forma de prevenir la obesidad infantil.
  • De esta forma, enfrente solo tiene su plato, su agua o leche y a uno de nosotros echándole una mano cuando se lía con la cuchara o el tenedor 😅
  • Otra de las cosas importantes que siempre hemos tenido en cuenta es que siga una alimentación equilibrada y muy variada, de momento como todo le gusta  no está siendo demasiado complicado de conseguir. La mejor forma de prevenir trastornos alimenticios en el futuro es enseñarles a comer de manera saludable desde pequeños. Yo que siempre he tenido problemas para controlar mi peso por no llevar a rajatabla los hábitos saludables, quiero ser el mejor ejemplo para mi hijo.

Como muestra, comparto el menú de esta semana de Ares (y de toda la familia, salvo por la papilla de cereales de las cenas 😂). Por las noches además toma un vaso de leche, que también le ayuda a conciliar el sueño.





















En lo que se refiere a los hábitos de sueño, ya en otras entradas hablaba de la importancia de las rutinas a la hora de acostar a los bebés. Tanto si se hace colecho como si el peque duerme solo en su cuna, cama o habitación, es muy importante establecer unos rituales y repetirlos cada noche. En nuestro caso, (que como siempre digo: que nos vaya bien a nosotros no significa que les vaya a ir bien a los demás) empiezan a la hora de la cena.

Sobre las nueve Ares se sienta a cenar, al igual que la comida lo hace en la cocina, lejos de distracciones. Cuando termina, juega un ratito para que le baje la cena, eso sí, con juguetes que no hagan demasiaso ruido para que no se active demasiado, a veces vemos un cuento, juega con papá y cuando empieza a frotarse la nariz o los ojos, es hora de cambiar el pañal y poner el pijama.

Lavamos la cara y las manos, da las buenas noches a papá, coge su chupete, su manta y se echa a dormir en la cuna. Ultimamente pide agua dos o tres veces y después se duerme (él mismo va añadiendo sus propios rituales) 😅















Hábitos saludables para la mente

Por último, pero no menos importantes, a la vez que les enseñamos la importancia de cuidar su cuerpo, también debemos animarles a cuidar su mente.

Su propia naturaleza les incita a jugar, investigar, curiosear, montar y desmontar, observar su entorno y es por eso que debemos ofrecerles estímulos con los que satisfacer esa curiosidad innata. (Es conveniente que controlemos dichos estímulos, para no caer en el error de darles demasiados o demasiado pocos).

Algunos hábitos saludables para la mente y que hay que fomentar en la infancia son:

 Jugar, dibujar, garabatear, reir y hacer reir, ensuciarse con arena, pintura, barro..., tirar piedras en el río, ver cuadros, fotografías, escuchar música, bailar, leer, hablar, hablar y hablar de sus inquietudes, de sus preocupaciones (cuando lo hagan ellos, pero también hay que hablar a los bebés más pequeños, porque eso además favorecerá la aparición del lenguaje) y sobretodo, decirles lo importantes que son para nosotros, lo orgullosos que estamos de ser sus padres, felicitarles cuando consigan un logro, animarles a seguir cuando fracasen y hacerles sentir que estaremos siempre a su lado ante cualquier contratiempo que la vida les ponga por delante.




Esther Rh