miércoles, 19 de julio de 2017

Para ti, mi Guerrero

 Este post no va de bebés, ni de límites, ni rabietas, ni crianza con apego, ni lactancia, ni nada que tenga que ver con la maternidad. Este post va de antes de todo eso, va de cuando la chica conoció al chico y de como sus vidas se entrelazaron hasta convertirse en lo que son hoy, cuatro años después.

Este post pretende ser un homenaje. Un homenaje y un agradecimiento a la persona con la que comparto mis días, mi compañero de viaje, mi confidente, mi mejor amigo, el padre de mi hijo, el amor de mi vida.

Mi amor,

cuatro años han pasado ya, desde que me miraste y bromeaste con el paquete de arroz SOS que sostenía en mis manos mientras esperaba la salida de los novios. ¡Que guapo estabas!, reconozco que ahí ya lo pensé, ¡que guapo y que gracioso! creo que fue justo en ese momento cuando me fulminaste y decidí que tenías que estar en mi vida para siempre. Quien me iba a decir que eso de "de una boda sale otra boda" iba a ser cierto.

Pasamos un día genial, risas, complicidad y ganas de que el día no terminara nunca. Pero terminó, monté en el autobús y nos despedimos con la mano sin saber si volveríamos a vernos. Con la sensación de tener un as guardado en la manga sonreí mirando el móvil. Tenía tu número, reafirmé así la idea de que ya te tendría en mi vida para siempre.

Al día siguiente tuve noticias tuyas pero no pudimos vernos, al parecer ambos nos habíamos causado la misma impresión y ahí empezó el juego. Volviste a Jaca y empezamos a hablar, separados por unos 530 kilómetros.

Horas, horas y horas de conversación a través de mensajes, dieron paso a la necesidad imperiosa de escuchar tu voz y de ahí a la necesidad y deseo imperioso de volver a verte para comprobar si lo que estaba surgiendo entre nosotros era real.

Pasaron 14 días y por fin volvimos a estar cara a cara. ¡Es él!, recuerdo que pensé. De repente volví a tener 15 años y una sonrisa de boba plantada en la cara. Y entonces me "robaste" el primer beso.

Fue un fin de semana increible, no pienso buscar palabras para explicarlo porque no las hay. No pude regresar más feliz a casa.

Continuaron las conversaciones, aquello cada día crecía con más fuerza. Literalmente enganchados al teléfono, nos daban las mil de la madrugada, daba igual que tu tuvieras que levantarte temprano o yo tuviera mil cosas que hacer al día siguiente, no podía ni quería despedirme de ti, supongo que me asustaba la idea de que aquello que estábamos viviendo se esfumara.

Por suerte agosto estaba la vuelta de la esquina y los dos teníamos unos días libres. Me invitaste a Menorca para conocer a tu familia. ¡Menuda locura! pensé. Pero poco a poco me convenciste para disfrutar de unos días juntos. Te doy las gracias por aquellos días, por si no te las di lo suficiente. Fue maravilloso recorrer contigo la isla, los momentos con tu familia que ahora también es la mía, nunca en la vida podría haber imaginado tanta felicidad. Me devolviste la visita, viniste a Toledo a conocer a mi familia. Ya habíamos dado un paso más, presentaciones formales, planes para romper con todo y finalmente tomé la decisión más importante de mi vida.
 
Decidí marcharme a Jaca, con el apoyo de mis padres que nunca me habían visto tan feliz, en noviembre estábamos juntos en nuestro nido. A pesar de saber que tenías que estar fuera cinco meses, me fui contigo, quería aprovechar hasta el último minuto antes de que marcharas a Mali.

Y sin darnos cuenta, llegó diciembre. Recuerdo la noche de la despedida, ¡que frío negro!, ¡que oscuro el patio de armas!, ¡que profunda tristeza!, creo que se juntaron todas las tristezas de toda la gente que estaba allí despidiéndose de los suyos, por eso era tan profunda y tan negra. Lo estoy escribiendo ahora y se me hace un nudo en la garganta. Que noche más dura, que fría la cama sin ti, la primera de 143 noches, porque ya sabes que las contaba, recontaba y las tachaba cada día en el calendario. Eso me acercaba más al día de tu vuelta.

Esos meses separados fueron la prueba definitiva, cinco meses sin ti, sin abrazarte, ni besarte. Hablando y viéndonos a través de la pantalla del ordenador. Las horas de cinco meses de conversaciones se sumaron a las otras tantas acumuladas. Deseos, planes de futuro, ganas de volver a vernos, así nos fuimos conociendo y construimos los cimientos de nuestra relación. Unos cimientos sólidos que ahora sustentan nuestra pequeña familia y sobretodo nos sustentan a los dos, convirtiéndonos en invencibles ante cualquier adversidad. Sin duda, formamos un gran equipo.

Y  como el reloj no para por nadie, el tiempo siguió su curso y los meses pasaron, quizá no tan raudos como yo quería, pero nos plantamos en mayo y salió el sol con fuerza. Cuando volví a toparme con tus ojos, me olvidé de esos meses sin ti y empezamos nuestra vida juntos, esta vez sin interrupciones ni esperas. Al menos no hasta un año después que tuviste que marchar de nuevo.

Pero para eso quedaba mucho tiempo, acababas de llegar y teníamos que recuperar el tiempo perdido, o mejor dicho el tiempo invertido en conocernos en la distancia, pero esta vez en carne y hueso. Pusimos en práctica todas aquellas cosas que prometimos hacer a tu vuelta, viajes, caminatas por el monte, exprimimos el tiempo hasta agotarlo y de nuevo llegó el día de tu partida. Esta vez Afganistán.

Otra espera que sumar a las anteriores y para mayor tristeza esta vez no me dejabas sola. Esa cosita tuya y mía, tan perfecta, el resultado del amor más grande crecía dentro de mí.

Y el tiempo volvió a pasar, no tan deprisa como me hubiera gustado pero el día de tu vuelta, llegó.

Pasado un mes, nació nuestro pequeño tesoro, uniéndonos aún más y poniéndonos de nuevo a prueba. Prueba que superamos día tras día, no solo porque somos un gran equipo sino porque nos queremos y respetamos por encima de todo y cuidamos de nuestra relación y de nuestra familia como quien cuida con esmero y dedicación su mayor tesoro.

Ya han pasado dos años desde que te marchaste la última vez y nuestro bebé ya no es tan bebé, de pronto se ha convertido en un niño mayor que te adora, te espera en la puerta cuando llegas de trabajar y no se va a dormir sin darte un beso y si no estás, le da un beso a tu foto.

Guerrero, yo no sé si tenemos la clave de la felicidad solo puedo decir que me haces muy feliz y la vida contigo es muy sencilla. Eres una gran persona, un gran compañero y un gran padre. Es imposible explicar lo que significas para mí, de verdad, no encuentro las palabras. Tan solo espero que el tiempo que nos queda de estar juntos, sea tan maravilloso como lo ha sido hasta ahora.

Gracias por estos años de amor, de tranquilidad, de experiencias nuevas. Gracias por compartir todo conmigo, por aparecer en mi vida cuando menos lo esperaba y más lo necesitaba, por poner todo mi mundo patas arriba y ayudarme a "recolocarlo".

 De corazón, gracias.

¡Feliz  aniversario!

Te quiero 💖