viernes, 20 de enero de 2017

Rebelde sin causa

Parece que ya empiezan las rabietas y la rebeldía y en mi cabeza de mamá primeriza resuenan algunas preguntas: ¡¿Ya?,! ¿tan pronto? Pero, ¿no empezaban a partir de los dos años?, ¿que estamos haciendo mal?. De manera simultánea en mi cabeza de psicóloga me respondo: Bien, que no cunda el pánico. Mantenerse firme y no ceder a sus deseos y exigencias es el principal consejo para salir airosos de una rabieta. Él aún no lo sabe pero en realidad no necesita ni el mando de la tele, ni el tenedor, tampoco necesita abrir el último cajón de la cocina ni el horno cuando está funcionando, aunque lo pida con todo su repertorio de pucheros bien ensayados y sus llantos sin lágrimas o en el peor de los casos con lagrimones de cocodrilo, ¡da igual!, el adulto eres tú, y tú y solo tú sabes lo que es bueno y malo para él (al menos por el momento, cuando tenga 15 volvemos a hablar 😅) y por mucho que parezca que te odia cuando está en plena ebullición, si le enseñas cualquier otra cosa que suponga un menor peligro para su integridad física volverá a mirarte con devoción. En nuestro caso basta con un pompero para que vuelva a adorarnos como si fueramos semidioses que hacen que de un bote de plástico con la cara de Bob Esponja salgan unas bolas transparentes que flotan en el aire. Embobado te suelta una sonrisilla y un ta ta ta ta... y ahí se acaba la rabieta que ya ni recuerdas por lo que empezó.

Claro que ahora es "fácil" o al menos lo parece, basta con distraer su atención hacia otra cosa para que se le olvide aquello que deseaba fervientemente como si le fuera la vida en ello.

No hace ni 14 meses que llegó al mundo, pero el pequeño guerrero sabe bien lo que quiere y lo defiende a capa y a espada y con todo el genio que ha ido gestando durante todos estos meses. Y no, no me refiero al genio de la lámpara, ojalá fuese ese, al menos nos concedería tres deseos. Me refiero al genio que le hace transformarse en un minihulk que da manotazos si no le das lo que quiere,  aunque en realidad no lo quiere, pero él no lo sabe. Es solo porque lo tienes tú y si lo tienes tú debe ser porque es una cosa tan maravillosa que automaticamante debe ser suya. Menos mal que normalmente se trata de un cubierto porque si fuera un respirador o un marcapasos estaríamos perdidos. 

Así es la lógica aplastante del bebe de 13 meses:  

Lo que piensa: Necesito eso que tienes en las manos, parece tan divertido o rompible o comestible ... ¿que es?, ¿que es?, ¿que es?, dámelo, dámelo, dámelo, ¡¡¡lo necesito yaaaaaaa, mamamaaaaaá!!! mientras te acosa estirándote del jersey para alcanzar la mano en la que tienes el ansiado tesoro.

Si en ese momento lo sueltas y coges otra cosa, perderá el interés por el primer tesoro y deseará con todo su ser el segundo, léase papel, cepillo de dientes, mando de la tele, un zapato, etc. Lo mismo ocurre con la comida, puedes trocear y poner la comida en su plato de colores, pero anhelará lo que tienes en el tuyo, porque seguro que aunque haya salido de la misma cacerola está muchísimo más rico. 

Y es que cada vez es más autónomo lo que implica irremediablemente que también es más rebelde, gatea a una velocidad de vértigo, incluso avanza arrastrando el culete cuando tiene que traer algo en las manos, camina agarrandose a los muebles, agarrado de la mano incluso se aventura a soltarse y da unos cuantos pasos. Se entretiene sólo cada vez durante más tiempo valiéndose para ello de cualquiear cosa que quepa dentro de otra o de un cajón lleno de objetos varios que pueda sacar y descolocar a su antojo. Cada vez entiende más palabras, aunque el "no" se le resiste sobretodo cuando se trata de tocar algo peligroso como un enchufe o algo de cristal, y no tanto así cuando se trata de decir que no quiere más comida o que no quiere ponerse la chaqueta para salir a la calle. Es un rebelde sin causa como todos los pequeñajos que están descubriendo el mundo y tanteando a todo aquel que está a su alrededor. 

Hace unas semanas cayó enfermo, por mucho que tratamos de protegerlo frente a los malvados virus y bacterias que trae consigo el invierno, finalmente sucumbió.  Mocos, tos, fiebre, malestar, mal dormir, mal comer y como no, también un poquito de mal genio, ese del que ya os he hablado antes pero que en este caso está totalmente justificado.  Por suerte tiene un caracter afable y ese mal genio le duró lo que tardaron en morir los virus que invadieron su pequeño cuerpo. Poco a poco se fueron esfumando todos los males y volvió a dormir, comer y estar bien.

En la revisión con el pediatra, aprovechamos para decirle que empezaba a estar un poco rebelde y nos dijo algo que me pareció  revelador y que yo nunca me había planteado de esa forma. Nos explicó que esa rebeldía estaba dentro de lo normal en esta etapa y lo justificó haciendonos ver que para él somos iguales, es decir, como si ante sus pequeños ojos tuvieramos su mismo tamaño. Todo cobró sentido  en mi cabeza, me vi por primera vez con sus ojos y entendí muchas cosas. Así que he optado por pasar la mayor parte del tiempo en el suelo, más cerca de él, a la altura de sus ojos, eso ayuda a ver el mundo desde su punto de vista y creedme, se ve todo mucho más bonito, divertido y comestible. 

La paternidad es un aprendizaje continuo, cada día aprendemos, mejor dicho, nos enseña algo nuevo. Es muy gratificante ver como día tras día se va convirtiendo en una persona y va dejando atrás la dependencia absoluta de papá y mamá. Ha dejado de ser un bebé vulnerable para poco a poco convertirse en un pequeño ser autónomo con la capacidad de enseñarnos a disfrutar como enanos de su curiosidad, de su felicidad cuando descubre cosas nuevas, de sus juegos, de sus bailes, de sus besos babosos, de los viajes en coche o en avión o en tren, de nuestras siestas, de sus risas, de sus miradas cómplices, en definitiva de todo su ser.



Esther Rh