domingo, 18 de diciembre de 2016

¿Bullying?

o acoso escolar, bautizado con un anglicismo cuyo significado parece ser: intimidación. Una intimidación tan agresiva, cruel  y despreciable que ha llevado a la muerte a un montón de chavales que no han sabido como hacerle frente.

Hace años (más de los que me gustaría 😅), cuando yo iba al colegio también había niños y niñas que sufrían lo que hoy conocemos por bullying, aunque nadie le ponía nombre y mucho menos ¡en inglés!. Aquellos pobres infelices eran los raros, raros por cualquier cosa y tenían todas las papeletas para que el abusón de clase les prodigara sus insultos y vejaciones. Cualquier motivo tenía el peso suficiente  para que el cobarde matón elaborara sus ataques y los lanzara como dardos envenenados: padres separados, llegar tarde a clase por sistema, ser despistado, tener orejas grandes, tener que usar gafas aún en contra de tu voluntad porque no veías a más de un palmo de distancia, estar más gordo de lo que se consideraba "normal", ser demasiado bajito o demasiado alto... el caso es que todos teníamos algún defecto que nos hacía susceptibles a los ataques; así era fácil que un día tú fueras el centro de la diana de las burlas y al día siguiente te encontraras al otro lado. ¡Porque los adolescente éramos así!

Pero lo que ocurre hoy en día en los colegios e institutos de este país y de todo el mundo no tiene nada que ver. Las víctimas han alcanzado un grado de sumisión que a la larga o a la corta les arrastra al peor de los finales y por su parte los abusones al alcanzado el mismo grado de violencia y crueldad. Lo nuestro era bastante inocente, un juego de niños que se acababa en el momento que veíamos que las bromas se convertían en algo dañino y alguien avisaba al profesor que era el que con dos voces ponía punto y final al juego. Pero actualmente la figura del profesor no cuenta con el peso que tenía antes. Es triste, pero es una realidad. Poco a poco ha ido perdiendo fuerza, y los padres en lugar de reforzar dicha figura, han participado en su debacle.

En mi opinión, creo que hemos llegado a unos extremos de sobreprotección de los menores que estamos consiguiendo justo lo contrario a aquel fin que pretendíamos conseguir;  en lugar de protegerles estamos construyendo una barrera que nos separa cada vez más de ellos, estamos lanzándoles a un vacío en el que ellos ordenan y mandan y no se nos pasa por la cabeza discutirles nada porque así es más fácil y cómodo "educar".  De esta manera se han convertido o mejor dicho les hemos convertido en pequeños dictadores, tiranos crueles y despiadados que en lo más profundo de su ser esconden niños desatendidos y malcriados, que tienen a sus padres bajo su yugo. Así no es raro encontrar en la mayoría de los casos de acoso a menores cuyos padres han delegado en la televisión, internet y los videojuegos la educación de sus hijos. Son conocedores de sus derechos, pero de sus deberes y obligaciones parece no interesarles hablar.

A veces pienso que sería ideal que existiera una escuela donde te enseñaran a ser padre, que te gradues y al final del curso obtengas tu carnet para poder concebir. Probablemente se evitarían la mayoría de los repulsivos casos que vemos cada día:  madres y padres que maltratan y abusan de sus hijos, pero ¡por favor! ¿como alguien puede ser capaz de quemar, golpear, violar a un bebé o matarlo a latigazos porque no para de llorar?, ¿como una persona en su sano juicio es capaz de hacer algo tan cruel con un pequeño ser indefenso?, ¿que narices está pasando? Nos estamos convirtiendo en autómatas insensibles a los que no se les remueve la conciencia lo más mínimo. Cada vez más impasibles ante el dolor ajeno, cada vez más egoístas. No nos desconcierta el sufrimiento, nos bombardean a diario con imágenes violentas, guerras que como nos pillan bastante lejos no nos terminan de importar, y si a los adultos todo esto no nos remueve por dentro ¿como va a hacerlo a los más pequeños? Empatía, para mi el principal valor que hay que trasmitir tanto a niños como a mayores.

Personalmente me aterra pensar que algún día mi hijo puede ser víctima de violencia de cualquier tipo, pero también me aterra que pueda llegar a convertirse en verdugo. Por ello, considero de vital importancia educar en consecuencia para evitar que cualquiera de las dos situaciones se puedan llegar a producir. Hay que educar "desde la cuna", hay que trasmitir valores como la organización, el respeto, la compasión, la empatía, la generosidad, la tolerancia a la frustración, hacerles entender que todos y cada uno de los seres que conviven con nosotros en el mundo merecen ser respetados. Hay que preparar a nuestros pequeños para la batalla que supone el día a día, hacerles ver que cada acto tiene unas consecuencias, no podemos darles todo lo que nos pidan, porque entonces no valorarán nada. Y es muy importante hacerlo desde el cariño, pues solo así se transmiten los valores de una forma consistente, fuerte y duradera.

Hoy, si ir más lejos, la última noticia que he leído contaba la historia de un niño de 7 años agredido por un grupo de abusones mientras iba a correos para enviar la carta a Papa Noel. Inocencia pura y dura. Rociado con queroseno y apedreado. Se me cae el alma a los pies sólo de pensar que ese niño pudiera ser mi hijo. De verdad, ¿que le pasaría a esos chavales por la cabeza? ¿que motivos les habría dado un niño de 7 años para actuar así, para abrirle la cabeza a pedradas? Supongo que sería un motivo parecido al que llevó a un grupo de adolescentes de nuestro país a golpear a una niña de 9 años dejándola tan maltrecha que tuvo que estar ingresada en el hospital con lesiones de mayor y menor gravedad. Un motivo tan absurdo, como el que no les devolviera un balón en el patio del colegio.

Supongo que es el momento de revisar los protocolos antiacoso y modificarlos, adaptarlos a los nuevos tiempos, porque no están funcionando como deberían. Por mucho que se empeñen en expulsar a los agresores del colegio unos días está comprobado que eso no ayuda en nada a las víctimas, sus secuelas psicológicas no se esfuman por arte de magia por le hecho de que sus verdugos pasen "castigados" en casa unos días. En el momento en que estos regresan a clase vuelven a las andadas porque sus actos no tienen las consecuencias que merecen y esto además se extiende al resto de facetas de la vida.

Me pregunto a menudo como serán los padres, tanto de las víctimas como de los verdugos. Probablemente no sean muy diferentes. Imagino que serán padres y madres trabajadores que quizá no les dedican el tiempo que necesitan porque simplemente no les queden muchas horas al cabo del día para sentarse con ellos a hacer deberes o simplemente a comer juntos y charlar sobre lo acontecido en el día. Si lo hicieran, si les dedicaran un ratito de su tiempo, quizá se enterarían de las cosas que les peocupan a sus hijos y podrían actuar ante el primer signo de alerta de que algo no va como debería.

Un niño y mucho más un adolescente necesita tiempo de sus padres, pero tiempo de calidad. Necesita atención las 24 horas porque es un ser muy vulnerable. Necesita tiempo para pensar, para organizar sus pensamientos y poder trasmitir lo que le pasa, decidir si quiere contarlo o si por el contrario lo quiere guardar en el último cajón de su mesita de noche y abrirlo para su propio deleite. Necesita llorar, necesita saber que le importa a alguien, que sus cosas no son tonterías. Necesita reír, gritar, pelear, porque es una bomba de hormonas a punto de explotar. Necesita un orden y rutinas, necesita ser guiado porque va a ciegas por el mundo y sobretodo y lo que más necesita por encima de todas las cosas es cariño, tolerancia, paciencia y comprensión. No podemos limitarnos a darles comida, ropa y zapatos, porque las necesidades del cuerpo son muy importantes, pero más lo son las del alma y esas, son las más delicadas y difíciles de cubrir en un adolescente.

Es nuestra responsabilidad como padres, educar desde el cariño y el respeto y transmitir a nuestros hijos desde pequeños los valores que les convertirán en seres empáticos, comprensivos, generosos, tolerantes, respetuosos, pacientes... No podemos olvidar que es en casa donde empieza y termina su educación, no podemos delegar en las escuelas e institutos y mucho menos dejar en manos de la televisión, Internet o los videojuegos la enseñanza de valores.

Lo que me lleva a mencionar para terminar otro tipo de acoso bastante peligroso: el cyber bullying, que no es otra cosa que el acoso a través de las redes sociales. En este caso la solución como leí hace unos días parece estar en la limitación de la edad para poder tener acceso a determinadas redes. Me parece perfecto, personalmente lo habría hecho mucho antes e incluso subir la edad un poco más, porque un chico o una chica de 15 años no creo que deba tener un perfil en facebook, ni en instagram, ni en ninguna red social abierta al infinito mundo que es Internet en el que tiene cabida todo y que es tan dificil de controlar. 

Como madre, aun me quedan muchos años para lidiar con el asunto de las redes sociales y quien sabe con que inventos  más, pero trataré de dar ejemplo a mi hijo e intentaré controlar sus movimientos para que Internet no lo devore. Porque la red es una gran herramienta cuando es bien utilizada, pero se puede convertir en un monstruo de siete cabezas en las manos noveles de un adolescente.

 ¡A ver si entre todos podemos poner fin a esta lacra!


Dejo por aquí el número de teléfono (en  mi opinión un poco largo) contra el acoso escolar que el Ministerio de Educación puso desde el día 1 de noviembre a disposición de todo aquel que sufra o quiera denunciar algún caso de bullying y que está operativo las 24 horas del día los 365 días del año: 900 018 018

 

¡Os deseo a todos unas Felices fiestas, nos vemos en 2017!