domingo, 21 de enero de 2018

La mejor madre del mundo

 «La mejor madre del mundo eres tú y jamás dejes que nadie te diga lo contrario. Da igual si das pecho o biberón, si haces colecho o no, si te quejas porque no duermes bien desde vete tú a saber cuando, si llevas a tu hijo a la guardería porque no te queda más remedio o porque te da la gana o si prefieres y puedes encargarte tú de él, todas somos las mejores madres del mundo para nuestros hijos y ninguna otra madre puede decirnos lo contrario»


Empieza a darme un poco de pereza leer a diario artículos sobre crianza del tipo: "8 frases que jamás debes decir a una embarazada, [embarazada puede sustituirse por: madre que da el biberón, madre que hace colecho, madre lactante, madre que hace el pino puente, madre que sufrió una cesárea, madre que está desquiciada porque lleva tres meses (en el mejor de los casos) sin dormir, y un largo etcétera.] Esta entradilla vale para cualquier cosa relacionada con madres que hacen cualquier cosa.

Estos artículos suelen contener recopilatorios de frases que todas las mamás hemos escuchado alguna vez en relación a algo que hacemos, lo que sea. Es más, me atrevería a decir que todo lo que hace una madre es susceptible de comentario, crítica u opinión. La mayoría de las veces no suelen tener mala intención pero casi siempre (por no decir siempre), están de más.

Pero volviendo a los recopilatorios, sin duda, lo mejor está en los comentarios que se generan en las redes sociales sobre esas frases, siempre pueden ampliarse y en lugar de ser 8, acaban siendo tantas como experiencias han tenido y tienen las mamás lectoras. A veces, incluso salen a la luz comentarios de mamás que muy enfadadas comparten aquellas críticas que más detestan escuchar, pero ni cortas ni perezosas añaden otras dirigidas a las madres que no hacen las cosas como ellas dicen. Una paradoja total, piden respeto para ellas pero son las primeras que se marcan un gol criticando a fulanita que no da el pecho (da igual el porqué) o menganita que salió a cenar con su marido y dejó al bebé con los abuelos, sin pensar que quizá celebraban su aniversario o simplemente necesitaban un descanso.
De verdad, ójala llegue pronto el día en el que nos respetemos y dejemos de criticarnos y juzgar nuestra forma de hacer las cosas. Aunque tristemente ese día no está cerca porque siempre existirá quien se crea en posesión de la verdad absoluta en lo que a crianza y maternidad  se refiere y así no podremos llegar a ese nirvana en el que cada una pueda hacer las cosas a su manera sin sentirse observada y mucho menos juzgada.

Decía antes que me da pereza, porque no debería ser necesario escribir este tipo de artículos donde se nos diga que cosas no debemos decirle a alquien (que está amamantando, que da el biberón, que está esperando a su primer/segundo/tercer hijo, que acaba de parir y de nuevo un largo etcétera) que nos haga quedar como imprudentes, ignorantes e irrespetuosos. De verdad, no debería ser necesario, bastaría con utilizar el sentido común, activar el botón del respeto y guardar nuestras bienintencionadas opiniones en una cajita bajo llave hasta que alguien nos las pida.

No seré yo quien juzgue a una madre por tener a su hijo en brazos todo el día, a la que duerma en la misma cama con él mientras que su pareja lo hace en otra habitación, a la familia que coleche en una cama de 4 metros, a la que decida dar el biberón desde el minuto uno o a la que quiera dar el pecho hasta los 5 años. Y como no me gusta juzgar, ni opinar sobre otras maternidades espero que tampoco se me juzgue a mi si digo lo que pienso o explico aquello que me ha ido bien, por el momento, en la crianza de mi hijo o si al igual que la periodista Samanta, se me ocurre decir que no todo es de color de rosa en la maternidad.

Pues eso, yo también soy de las que cree que la maternidad es dura y sacrificada y decirlo no me convierte en mala madre, me convierte en una madre realista y partiendo de ese realismo deberíamos empezar a pensar que existen otras formas de maternidad y todas son igual de satisfactorias, bonitas y ante todo respetables.

En relación a este tema, me sorprendió todo el revuelo que se formó en las redes sociales por las opiniones vertidas en el programa de Samanta. Me dió mucha pena que se le dijeran cosas tan feas y sentí más pena al ver que todas las críticas procedían de madres. Mujeres que al igual que ella adoran a sus hijos pero que se permiten el lujo de juzgar a otra madre por su manera de pensar y vivir su maternidad. Sentí vergüenza leyendo algunos comentarios.

Si somos objetivas, se ha lapidado a una persona (porque aunque sea madre no deja de ser persona) por decir que si alguien le hubiera dicho todo lo que acarrearía la maternidad se habría pensado mucho lanzarse a la aventura y también que ha perdido calidad de vida desde que es madre. Y yo me pregunto:

¿Acaso es mentira?,  ¿acaso las que sois madres seguís viviendo igual que cuando no teníais hijos?

Porque yo no.

Nunca he vuelto a dormir igual que cuando no tenía a Ares y mira que en el reparto me tocó uno de los buenos, de los que duermen del tirón toda la noche desde los 3 meses y cuando se despiertan se quedan en su cuna al despertar balbuceando y riéndose de sus pies.

Tampoco puedo hacer nada que me apetezca en el momento en el que me apetezca, porque ya están él y sus apetencias para recordarme que son más importantes que las mías; y ya no hablo de ver una peli, pintarme las uñas o ponerme a hacer petit point, hablo de ducharme, secarme el pelo para poder salir a la calle sin coger una pulmonía, ir al baño tranquilamente o pasar el aspirador. No queda más remedio que esperar a la hora de la siesta y piensas lo mismo que pensamos todas, "en cuanto se duerma, me pongo a hacer esto y aquello y lo de más allá" ¡Ja!, ¡Ilusas! Que somos unas ilusas, ya puede ser importante la apetencia e imposible de posponer para otro día o en cuanto lo acuestas plantas en pandero en el sofá y te preparas para hacer nada o para ver una serie con tu pareja porque en ese momento esa apetencia más que apetencia es una necesidad, como comer o respirar.

Definitivamente se pierde calidad de vida, ya nada será como antes y eso nadie te lo cuenta y si te lo cuentan, no lo hacen de una manera lo suficientemente fidedigna  para que te hagas una idea mínimamente realista de lo que se te viene encima. Ojo, que con esto no digo que me arrepienta de ser madre, solo que de haber sabido algunas cosas igual me habría preparado a conciencia para los cambios. Pero  puedo entender y sobretodo respetar que haya madres que digan que si hubieran sabido todos los cambios que iba a sufrir su vida se habrían pensado muy mucho tener un hijo.

En serio, la maternidad es una de las cosas más bonitas y gratificantes que me ha pasado en la vida, siempre lo digo. Partiendo del día del nacimiento donde descubres que eres capaz de hacer y sentir cosas que jamás pensaste que harías o sentirías, verlo crecer y aprender cada día mil cosas nuevas, descubrir el mundo con él, sus besos, sus perfectos abrazos (como dice mi amiga Susana) y sus rudimentarios "te quiero mucho" mientras abre los brazos para que veas todo lo que te quiere, sus carreras cuando vuelve de paseo con papá y se tira a tus brazos en un reencuentro de película como si llevara un año sin verte, cuando intenta contarte y me cuenta todo lo que ha hecho para que no te pierdas nada y un millón de cosas más.... pero también es sacrificada, muy sacrificada y quien diga que no, miente.

Desde el minuto uno dejas de ser la protagonista de tu película para convertirte en una actriz secundaria cuya historia gira en torno a él, tus necesidades quedan relegadas a un segundo plano, da igual que tengas fiebre o te de el lumbago, tienes que estar por y para él, da igual que tengas sueño porque no has pegado ojo en toda la noche por un catarro tuyo o una laringitis suya, tu hora de levantarte de la cama será la que él diga, probablemente no vuelvas a comer caliente ni del tirón y si el niño es regular como el mío, te deleitará con un buen postre.

Pues bien, todo esto supone que la calidad de tu vida ha cambiado y no para mejor, aunque suene mal decirlo. Puede compensar, porque la maternidad aporta otras cosas muy gratificantes y maravillosas, pero la calidad de tu vida como individuo no volverá a ser la misma jamás 😂

Cuando escucho a madres que llevan sin dormir un año o más, me da una pena tremenda, porque mi sueño ha cambiado pero nunca ha dejado de existir. Yo he dormido y mucho, no al principio claro, los primeros meses no sabes si duermes o pierdes la conciencia. El pecho, el biberón, las tomas, no saber porqué llora, en definitiva, la supervivencia del bebé es la que marca como será el sueño de una madre y de un padre primerizos. Nosotros decidimos darle lactancia mixta, nos repartimos las tomas de todo el día pero sobretodo las de la noche de manera que pudieramos estar lo más descansados posible. A día de hoy me alegro de haber tomado esa decisión.

Digo esto, porque recuerdo que uno de los consejos que nos dio una matrona de las que siguieron mi embarazo fue que el padre durante el primer año debía quedar relegado a un segundo plano (que si no me equivoco y contando el segundo plano al que quedé relegada yo, el de papá sería el tercero)  porque los verdaderamente importantes éramos el bebé, yo y como no, la lactancia materna. El papá según esta matrona, debía servir para atender la casa y poco más. La mamá debía concentrarse en establecer una lactancia satisfactoria que significaría el desarrollo de un apego seguro con el bebé.

Pues mire usted, para nada estoy de acuerdo. El apego no solo se forja con la lactancia. Ni que decir queda que en nuestro caso papá hizo lo mismo que mamá en lo que al bebé se refiere y Ares a día de hoy puede quedarse tranquilamente con papá y despedir a mamá con una sonrisa y un sonoro adios acompañado del bamboleo de su manita cuando tengo que salir, sin lloros ni súplicas aferrado a mis pantalones. Parece ser que, pese a no seguir las indicaciones de esta matrona, tenemos un niño seguro de sí mismo y sobretodo seguro de que sus padres estarán ahí con él siempre que nos necesite.

Tampoco hacemos ni hicimos colecho, yo soy incapaz de pegar un ojo con Ares en la cama, se renpanchinga todo lo largo y ancho que es en el medio de la cama y yo acabo en el filo luchando por no caer y así, no hay quien se concentre en dormir.

Cuando era mas pequeño la cosa era peor, no solo se espanzurraba sino que se pegaba literalmente a mi y yo no me movía por miedo a aplastarlo, llegamos a la conclusión de que el colecho no era para nosotros. Por eso, salvo en contadas ocasiones, desvelos por enfermedad o cuando se despierta temprano y queremos arañar un ratito más al reloj, nuestra cama es territorio vetado.

Desde practicamente el mes de vida ha dormido en su cuna y en su habitación, lo que no significa que le hayamos dejado solo a su suerte. Siempre que ha llorado o nos ha reclamado hemos estado ahí, al principio incluso acudíamos los dos. Uno corría a preparar el biberón mientras el otro le cambiaba el pañal y lo tranquilizaba acunándolo acurrucadito junto al pecho. Nos alternabamos de manera que el niño contaba con la atención de ambos. Después cuando se quedaba calmado volvíamos a dejarlo en su cuna, como digo tuvimos mucha suerte porque enseguida cogía el sueño otra vez y podíamos volver a dormir de nuevo.

Ya sé que según las recomendaciones de pediatras y matronas, al menos los primeros 6 meses el bebé debe dormir en la habitación de los padres para tenerlo controlado en todo momento y sobretodo por comodidad a la hora de darle el pecho, algunos incluso recomiendan para esto último colechar. Pero  esto es lo recomendable, no lo obligatorio. No hay una ley en la crianza que diga como deben hacerse las cosas. Cada niño, cada madre y cada padre son diferentes y en su fuero interno saben lo que deben o quieren hacer en su casa, con sus hijos, porque (como decía Javi), "la matrona no va a venir a casa a las 3 de la mañana  a cambiarle el pañal y mucho menos a darle la teta..." y mientras el bebé esté atendido, se acuda siempre a su reclamo, se le de todo el cariño y se cubran todas sus necesidades, las cosas se estarán haciendo perfectas y punto. Le pese a quien le pese.

Aunque el tema de la crianza y la maternidad es el cuento de nunca acabar, estaría bien empezar a respetar que cada cual haga y diga lo que le plazca y lo más importante deberíamos dar voz sin escandalizarnos a aquellas madres que están cansadas, que no duermen, que se desesperan porque sus hijos no comen o por los cólicos que mantienen a sus bebés y a ellas toda la noche sin dormir, las que como yo (y todas) adoran a su hijo pero después del 2.537 "mamá" del día le suplica que pare, porque somos humanas y porque una vocecita llamándote todo el día puede volverte majara, porque necesitamos "tiempo fuera", porque necesitamos que alguien se ocupe de ellos un ratito y salir a dar una vuelta o a tomar una cerveza mientras duerme y al día siguiente estar de nuevo al pie del cañón con la mejor de nuestras sonrisas, porque en eso consiste vivir y porque se madre no signica que tu vida termine. Es cierto que  tendrás que ceñirte al guión que escriben tus hijos pero la vida tiene un sin fin de cosas más y se debe encontrar tiempo y lugar para todas ellas.

No juzguemos, ni nos metamos en la forma de hacer las cosas de otras madres, podemos poner en común nuestras experiencias, podemos intentar ayudarnos pero jamás tratar de imponer nuestros criterios porque lo que me va bien a mi puede no irte bien a ti y eso no significa que lo estemos haciendo mal.

En resumen, respetémonos, porque todas lo hacemos lo mejor que podemos y eso nos convierte en las mejores madres del mundo.



Esther Rh.

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